Un nuevo hallazgo arqueológico se reportó en el distrito de Huanchaco, provincia de Trujillo. Se descubrieron 76 nuevas tumbas de niños sacrificados y con este acontecimiento suman seis los eventos sacrificiales de niños, durante más de 450 años.
El hallazgo se efectuó en el sitio arqueológico Pampa La Cruz, ubicado en el distrito de Huanchaco. El director del Programa Arqueológico Huanchaco (Pahuan), Gabriel Prieto Burméster, informa que los resultados de los 80 fechados radiocarbónicos realizados a las evidencias encontradas hasta el momento permiten concluir esa tesis.
Además, existieron seis eventos sacrificiales, que datan de entre los años 1050 y 1500 después de Cristo, asociados a momentos importantes en el inicio, desarrollo y consolidación de la sociedad Chimú.
Prieto, nativo de Huanchaco, informó a la Agencia Andina que en el último proceso de excavación, desarrollado entre julio y agosto de este año, se hallaron 76 nuevas tumbas de niños; 25 encontradas en el “montículo I”, y las otras 51, en el “montículo II”. A la fecha, ya suman un total de 302 los menores desenterrados en la zona.
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La tumba más inusual pertenece al montículo I: son cinco mujeres “sentadas” cabeza con cabeza, haciendo una especie de círculo. Los análisis determinarán su significado.
Épocas y entierros
El arqueólogo, quien también es investigador de la Universidad de Florida (Estados Unidos), señala que el evento sacrificial más temprano ocurrió alrededor de 1050 a 1100, hasta el 1200 de nuestra era. Y fue registrado en el montículo I.
En esta área, los niños enterrados tienen una particularidad: sus cuerpos están orientados con los pies al este y la cabeza hacia el oeste; es decir, le dan la espalda al mar; un patrón que se repite con todos los cuerpos que datan de esa época.
Relación agrícola
Respecto al montículo II, el 90% de los niños sacrificados hallados siguen el mismo patrón. Lo que quiere decir que pertenecen al evento más temprano.
“En una foto aérea del 1942 se ve que el montículo II está rodeado de campos de cultivo y canales chimús, que por el avance moderno han desaparecido. El sacrificio en ese lugar se hizo para consagrar y abrir los campos de cultivo que los chimús habilitaron alrededor de esa época”, dice.
Gabriel Prieto asevera que el evento 2 estuvo asociado al mismo motivo que el evento 1, pero el 3, que data de entre 1,200 y 1,300 años después de Cristo, quizás es uno de los más importantes porque marca el momento en que los chimús se extienden militarmente y territorialmente hacia el norte.
“En este evento se encuentran los niños con trajes y tocados con plumas. Además, por las deformaciones craneanas quizás esos menores estarían viniendo de Lambayeque y del valle Jequetepeque o Chicama. Es probable que un par de ellos hayan sido traídos desde Casma [región Áncash]”, apuntó.
Los dos siguientes eventos (4 y 5) ocurren entre 1300 y 1450, y están asociados a la consolidación del imperio Chimú. Para esta época, los niños fueron enterrados con una suerte de uniforme: con taparrabos y camisas de color blanco y turbantes. Además, todos tienen sistemáticamente ese corte en el esternón. “Fue la época de apogeo del imperio Chimú”, subraya Prieto.
Presencia incaica
En relación con el evento sacrificial 6, se dio cuando los incas habían llegado y ya controlaban a los chimús, entre 1450 y 1500 después de Cristo.
“Gracias a Pampa La Cruz sabemos que los sacrificios humanos, sobre todo de niños, fueron una parte estructural dentro de la religión de los chimús para celebrar y glorificar a su estado. Los seis eventos que tenemos documentados son prueba de ello”, acota.
Lugar sagrado
Para el investigador existen varias posibilidades de por qué los chimús eligieron Pampa La Cruz para sus sacrificios. La primera tiene que ver con los rituales de oblación que realizaron en el mismo lugar sus antecesores, los moches. Ya que desde 2019 a la fecha se han encontrado 31 entierros asociados a esta otra importante cultura peruana.
“Aunque los entierros moches obedecen a personas de entre 40 y 45 años de edad, posiblemente guerreros, que murieron con el rostro destrozado de un mazazo, ya había una tradición en ese sentido en la zona”, refiere.
Una segunda posibilidad es la vista privilegiada que tiene el sitio al cerro Campana, considerado sagrado para los chimús, y porque están frente al mar, por donde, según la leyenda, habría llegado Taykanamo a fundar el reino del Chimor.
Otra posible razón es que Huanchaco es el límite norte del valle de Moche. Mira a Chicama, que era un valle controlado por los lambayeques, quienes finalmente fueron conquistados por los chimús. Estos, con el objetivo de consagrar ese espacio, pudieron haber realizado allí los sacrificios.
Montículo II
Por su parte, Luis Flores, arqueólogo residente del Pahuan, menciona que en el montículo II se ha encontrado evidencias de más de un evento sacrificial, pero que serán los fechados radiocarbónicos los que proporcionarán mayor información respecto a la época en que fueron enterrados dichos niños.
“Gabriel Prieto se ha llevado las muestras para su análisis, pero creemos preliminarmente que esta ha sido una huaca abandonada y se ha reutilizado para realizar allí los entierros de los sacrificios de niños”, apunta.
Flores espera volver en el 2023 para continuar las excavaciones en el montículo II, ya que hasta la fecha solo se han excavado 144 de los 720 metros cuadrados, que es el área que queda del montículo II o huaca.
Participación
El más reciente proceso de excavación en la zona de Pampa La Cruz ha sido financiado con fondos de la Universidad de Florida, que ha permitido trabajos por dos meses en el Perú. También se contó con el apoyo financiero de la estudiante de doctorado Rachel Witt, becaria de la National Sciencia Foundation y alumna del doctor John Verano. Ella hará análisis de la química de los isótopos estables de los huesos encontrado como parte de su tesis doctoral.
Por último, se informó que en las excavaciones han participado 17 alumnos de la Universidad de Florida (EE. UU.) y estudiantes de Arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo.
Un segundo grupo de estudiantes de la UNT trabaja en laboratorio en la limpieza de las piezas halladas.